miércoles, 31 de octubre de 2012

CULTURA PREVENTIVA EN EL TRABAJO




  CULTURA PREVENTIVA EN EL TRABAJO










                                                     "POR GRANDES QUE SEAN LOS ESFUERZOS PERSONALES, 


POR  EXCELENTE QUE SEA NUESTRA ACTITUD

POSITIVA FRENTE A LA SEGURIDAD, ESTO NO SERÁ 

SUFICIENTE SI NO CONTRIBUIMOS A CREAR UNA
 CULTURA PREVENTIVA" 
















                LAS COSTUMBRES QUE FALTAN EN NUESTRA CULTURA PREVENTIVA






En el contexto de la seguridad y salud laboral la Cultura Preventiva de una empresa vendría a ser algo así como el conjunto de usos, costumbres, conocimientos, etc., que emplea para evitar los accidentes (y enfermedades profesionales). Es un concepto que se emplea, cada vez más, para explicar que en su carencia radican las causas de los accidentes laborales. 

La creciente concienciación en seguridad laboral está siendo notable en los últimos años. Hay muchas pruebas de ello: el nivel de "tolerancia cero” que el público manifiesta hacia los accidentes laborales, la atención continua de los medios de comunicación, los miles de técnicos de prevención que ya trabajan en nuestras empresas, el nivel de formación de muchos trabajadores sabedores de sus riesgos, planes de emergencia, etc.
Sin embargo, los accidentes siguen produciéndose porque, en opinión de muchos, no hay "Cultura Preventiva". O, más exactamente, no hay lo que podríamos llamar "costumbres preventivas" de trabajo: hay modos de trabajar que parecen favorecer los accidentes y otros que, por el contrario, parecen evitarlos.


Un ejemplo: dos conductores que cumplen correctamente el código, pero uno conduce de manera brusca (aceleraciones, frenadas, etc.) y otro de manera suave. Aun los dos cumpliendo la Ley, uno hace una conducción preventiva y el otro, una conducción de riesgo; uno puede ocasionar o sufrir un accidente con más facilidad que el otro. El cumplimiento de la Ley no implica la existencia de las costumbres preventivas.

En todas las situaciones laborales sucede igual: en personas que desarrollan la misma función, unas pueden hacerlo "en manera preventiva" y otras "en manera de riesgo". Un presupuesto puede ser preventivo o de riesgo; una venta es preventiva y otra de riesgo; una soldadura se hace preventivamente y otra, no; un andamio se monta preventivamente, etc.


Las "costumbres" afectan a todos los trabajos: administrativos, directivos, técnicos, manuales, etc. El concepto "costumbre preventiva" no implica documentación ni inversión; no se necesitan papeles ni equipos: pertenece al campo cultural.


Podría parecer que el tema "costumbres de trabajo" es teórico y alejado de la realidad, pero no: es muy real y bastan algunos ejemplos. Costumbres de riesgo son: "el que venga detrás que arree", "ya vale, para lo que pagan", "ande yo caliente...", etc. Todas son muestras de trabajo “insolidario” (y muy extendidas, por cierto). En cambio, costumbres de trabajo preventivas son: "trabajar para el siguiente", "hacer las cosas bien", "haz bien y no mires a quien", etc. Unas y otras son perfectamente conocidas aunque no estén escritas en ningún procedimiento documentado: son "parte de la cultura".


El cambio cultural es una cuestión muy práctica que interesa a todas las empresas, grandes y pequeñas. A todas las actividades (construcción, agricultura, industria, comercio, sanidad...). Y a todos los actores de la prevención (autoridades, empresarios, trabajadores, sindicatos, asociaciones...). Necesitamos cambiar costumbres de riesgo por costumbres preventivas si queremos resolver la siniestralidad laboral. Y, para ello, los sistemas de prevención deben favorecer las formas "preventivas" de trabajo. ¿Lo hacen? Me temo que la respuesta es no, pues su mayor parte está diseñada para el cumplimiento mínimo de la legalidad, y sin contemplar la cultura preventiva.


¿Es posible cambiar las costumbres de trabajo? Rotundamente, sí. Las costumbres se pueden cambiar si se identifican y se buscan con compromiso, trabajo en equipo y mucho esfuerzo y dedicación. Para ello hay que reforzar los sistemas de prevención actuales con la cultura preventiva y la gestión del cambio cultural. Una vez identificadas las costumbres de trabajo cuesta menos de lo que parece, y tiene más ventajas de las que se puede imaginar.


La cultura preventiva representa el camino adelante en la resolución de la siniestralidad laboral, y cuanto antes se identifique como una actividad preventiva más, mejor. Cambiar las costumbres de trabajo es un largo viaje que, como todos, empieza por el primer paso, que es identificar su necesidad. Todos tienen que hacerlo: empresas, trabajadores, autoridades e instituciones; algunos lo han hecho ya y otros están en el camino de hacerlo. Lo importante, ahora, es aumentar la masa crítica necesaria para impulsar el cambio.



Riesgos de trabajo en donde menos lo esperas




La seguridad industrial es un área multidisciplinaria que se enfoca en diseñar un ámbito laboral que proteja a los trabajadores de posibles siniestros. Cuando pensamos en la seguridad industrial, inmediatamente la asociamos con mascarillas, trajes de protección, anuncios de advertencia, etc. Pero qué pasa si no trabajas con químicos peligrosos o en zonas de construcción. Que riesgos existen en una simple oficina?

Los principales riesgos en la industria están vinculados a los accidentes laborales, que pueden ocurrir. Un accidente repentino puede suceder en donde menos lo espera. Se puede atropellar, caer por las escaleras o golpearse con algo. Las lesiones laborales no siempre se deriven de accidentes como tal. Pueden surgir de movimientos repetitivos que hacemos todos los días. Estirones de brazos, presión en la columna pueden causar lesiones mucho más dañinos que un accidente.

Para evitar lesiones laborales, siempre este consiente de los riesgos en su entorno tanto como los reclamos que le hace su cuerpo. Si trabaja incómodamente, haga las modificaciones necesarias para aliviar el dolor. Préstele atención a la manera en que se sienta en su escritorio. Siempre practique la buena postura y mantenga las muñecas y brazos en forma recta para evitar complicaciones en la columna o condiciones como el síndrome del túnel carpiano.

Es la responsabilidad del empleador proveer un entrono seguro en donde trabajar y escuchar las sugerencias de los trabajadores en cuanto a la seguridad laboral. Su misión principal es trabajar para prevenir los siniestros. Abogados de accidentes laborales han visto millones de casos de lesiones laborales, muchos de ellos que pudiesen ser prevenidos con comunicación abierta entre empleador y empleado.
Cabe destacar que la seguridad industrial siempre es relativa, ya que es imposible garantizar que nunca se produzca ningún tipo de accidente, pero es preferible mantener un nivel de conciencia y reconocer los riesgos que enfrentamos diariamente.





CULTURA PREVENTIVA, Un Desafío Para la Empresa Actual



Chile posee una cierta tradición en materia de prevención de accidentes laborales, que lo destaca dentro del concierto latinoamericano; posee una legislación que también acapara elogios y reconocimientos; un trabajo especializado de apoyo a las empresas otorgado por los organismos administradores de la Ley Nº 16.744 y una razonable labor de fiscalización llevada a cabo por los organismos competentes, entre otras cosas.

Sin embargo, todavía se producen en nuestro país, cada año, alrededor de 450.000 accidentes con tiempo perdido; cerca de 3.000 personas quedan con algún grado de incapacidad permanente y, en un contrasentido descomunal, alrededor de 400 trabajadores (¡seres humanos!) pierden la vida en lo que solemos llamar “el acto de ganarse la vida”. Es, desde luego, un gran drama humano, social y económico, que azota sin piedad a la sociedad chilena, a las empresas y a los trabajadores y familiares afectados.

Es verdad que nuestro país ha experimentado avances notables en materia de prevención de accidentes laborales y que hoy puede exhibir una tasa de accidentalidad que es apenas la mitad de la que teníamos hace tan sólo una década. Pero, no obstante ello, hay que hacer notar la enorme diferencia que aún subsiste entre las grandes y las pequeñas empresas (particularmente en la minería), así como también en las distintas actividades económicas; diferencia que se observa a nivel de las condiciones de seguridad de las instalaciones, de la preparación de los trabajadores, de los sistemas preventivos y, particularmente, a nivel de la “mentalidad” y disposición hacia la prevención de quienes dirigen las empresas.

La legislación que obliga y la fiscalización que sanciona, si bien necesarias, no han sido, no son ni serán suficientes para desterrar este verdadero flagelo, por mucho que se las acentúe. Y no va por ahí la solución verdadera.

Tampoco lo son, ni lo serán, los modernos sistemas de gestión preventiva que ha asumido un selecto y aún reducido grupo de empresas. Es necesario dar un gigantesco y definitivo salto hacia la creación y desarrollo de una Cultura Preventiva que se anide en la mente y en la voluntad de cada trabajador chileno, desde el más alto directivo de empresas hasta el más joven trabajador de nivel operativo.

Así, una de las grandes tareas pendientes, que tenemos como país, es el desarrollo de una Cultura Preventiva que nos permita, precisamente, abordar en la raíz los problemas de seguridad en cada lugar donde se ejecute una tarea, de modo que para empresarios, directivos y trabajadores sea inadmisible correr riesgos indebidos.

Aunque este desafío compromete directa y especialmente a los directivos de las empresas, es necesario tener presente que lo que se logre en el ámbito laboral, está limitado en cierto modo a la cultura preventiva país. Es decir, a cómo se comporta la sociedad chilena, que es el medio con el que interactúan las empresas.

No puede pretenderse que las empresas sean una especie de islas, encapsuladas e inmunes a lo que ocurre en la sociedad chilena como contexto, cuando vemos falta de cultura preventiva en todos los ámbitos y desde altas autoridades de gobierno hasta el más humilde ciudadano.

En nuestra vida cotidiana los ejemplos huelgan: El consumo de “comida chatarra”, por ejemplo, que genera las consecuencias que todos conocemos; el hablar por celular mientras se conduce un vehículo, el salir con atraso a los compromisos, el no uso de preservativos, el conducir habiendo ingerido alcohol, el exponerse al sol de medio día en una playa hasta casi achicharrarse y el circular a exceso de velocidad y adelantar en curvas llevando incluso a nuestra familia en el auto, son todos ejemplos palmarios de una cruel carencia de autocuidado y de cultura preventiva. Y somos las mismas personas las que, en horario de trabajo, legislamos o dirigimos el país o las empresas o desarrollamos otro tipo de trabajos.

Hay frases y formas de pensar con las que se justifican estas conductas y que ya se han instalado, lamentablemente, en nuestra cultura: ”A mi nunca me ha pasado nada” o “No creo que me pase”, son frases que escuchamos con demasiada frecuencia. “Sería el colmo de la mala suerte”, dicen otros, confiando que las probabilidades estarán siempre a su favor.

En las empresas, por su parte, proliferan las brigadas de combate de incendios y se entrenan para ello, pero prácticamente no existen las brigadas de prevención de incendios; a nadie le llama la atención que los médicos terminen especializándose en enfermedades más que en salud; en tratarlas más que en prevenirlas, mientras que a las empresas les interesa más que las mutuales tengan grandes hospitales para tratar a los accidentados que buenos sistemas preventivos para evitar los accidentes.

Es lo que el japonés Kaoru Ishikawa, afamado maestro del tema de la calidad tan acertada y punzante mente llama:
“El comportamiento irracional de la empresa y de la sociedad”.

Ojalá que las acciones de las autoridades de gobierno y de los legisladores, que deriven como reacción al lamentable episodio de San José, no se limiten sólo a obligar y a sancionar, como ha sido el énfasis que hasta ahora hemos visto en sus declaraciones. Lo que el país requiere de sus autoridades es que, con mayor altura de miras, se la jueguen de verdad por impulsar con prontitud el desarrollo de una cultura preventiva. Y que los gerentes de las empresas se conviertan, también de verdad, en el prevencionista Nº 1 de sus respectivas organizaciones.

Sólo así podríamos decir que: “Esta vez sí que hemos aprendido la lección”.























1 comentario:

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